Bautismo

BAUTISMO.

Las nombras y las cosas se iluminan

pierden su opacidad, su masa inerte,

abandonan los tristes dominios de la nada

para unirse, desde la masa oculta y el retiro,

al múltiple torrente de la vida.

 

Pronuncias cualquier nombre

y el milagro de pronto se produce,

el mireral, la rosa, la piedra más primaria

potencian su estatura, se despiertan

y laten como seres que, tiernos, se adelantan

al regalo del aire y la existencia.

 

De un ámbito anterior opaco y denso

proceden los objetos, la hueste innumerable

de los cuerpos anónimos.

Sepultados y ciegos, desleídos

en las oscuras cámaras del tiempo,

animan sus perfiles, se rebelan

cuando un salmo de luz los delimita

y ejerce su bautismo la palabra.

 

Los nombres dan el ser, envuelven como el aire 

y son aliento, soplo, encarnadura

de la informe materia

que se sabe desnuda, anónima, inviable,

destinada a no ser, ni a repetirse,

que apresura su empeño de ser otra

y dejar de ser nada para siempre.

 

Las palabras covocan a una fiesta

de luz y epifanías,

al rescate de seres liberados

a una existencia esteril y sin alma.

 

Pedro Felipe  Granados