Bautismo

BAUTISMO.

Las nombras y las cosas se iluminan

pierden su opacidad, su masa inerte,

abandonan los tristes dominios de la nada

para unirse, desde la masa oculta y el retiro,

al múltiple torrente de la vida.

 

Pronuncias cualquier nombre

y el milagro de pronto se produce,

el mireral, la rosa, la piedra más primaria

potencian su estatura, se despiertan

y laten como seres que, tiernos, se adelantan

al regalo del aire y la existencia.

 

De un ámbito anterior opaco y denso

proceden los objetos, la hueste innumerable

de los cuerpos anónimos.

Sepultados y ciegos, desleídos

en las oscuras cámaras del tiempo,

animan sus perfiles, se rebelan

cuando un salmo de luz los delimita

y ejerce su bautismo la palabra.

 

Los nombres dan el ser, envuelven como el aire 

y son aliento, soplo, encarnadura

de la informe materia

que se sabe desnuda, anónima, inviable,

destinada a no ser, ni a repetirse,

que apresura su empeño de ser otra

y dejar de ser nada para siempre.

 

Las palabras covocan a una fiesta

de luz y epifanías,

al rescate de seres liberados

a una existencia esteril y sin alma.

 

Pedro Felipe  Granados

 

Ahora

AHORA...

me cuesta correr rápido,

alcanzar a mis nietos jugando,

las rodillas me dicen ¡basta!

y busco el sol que me acaricia.

ANTES...

No me cansaba nunca

pensaba que la vida era así,

no hacía recuento de los días,

el tiempo pasaba despacio

vivía en la realidad más felíz.

AHORA...

La parca la encuentras a cada paso,

no es noticia la falta de amigos,

sucede día a día,

meditas y mides el tiempo,

y sientes que la vida es corta.

ANTES...

La muerte ajena, extraña,

era la de los demás,

no pensaba en los años que pasan.

y un golpe duro... terrible,

me paró la vida en seco.

AHORA...

Vivir el momento

marca mis días.

Ascensión Pérez - Castejón Abad

 

Lluvia

Lluvia

 

Cae la lluvia amorosa, mansamente.

La tormenta se aleja

con sus rayos furiosos de luz y sonido,

alumbrando la noche intermitentemente,

cayendo desde el cielo como fuego divino.

 

Ahora ha pasado todo.

Los coches van raudos, veloces.

El brillo de su paso arranca estelas vivas

que en el espejo del asfalto

asemejan fantasmas,

desde mi torre encantada

de la ventana entreabierta.